EL INDEPENTISMO ESCOCÉS

El anhelo del Estado propio
El Brexit ha dejado un sabor amargo entre los escoceses. Es que el 62% de los habitantes de este país, que forma parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (es su nombre completo), había optado por permanecer en la Unión Europea (UE) durante el referéndum de 2016 que marcó el inicio de la ruptura con el bloque.

Desde entonces, el añejo anhelo escocés por formar un Estado independiente con capital en Edimburgo no ha cesado de crecer. El camino no es fácil: en 2014, los celtas ya tuvieron la oportunidad de votar en un referéndum si deseaban romper la unión que los liga a Londres desde 1707. El 55% dijo que no a esa posibilidad de secesión.

En primera persona
“La gente ahora está más a favor de la independencia que en 2014. En ese momento, la negativa ganó ya que la mayoría deseaba permanecer en la UE”, razonó a LA GACETA Marcelo Núñez, un tucumano que reside en Dingwall, al norte de Escocia, desde 2007.

La realidad es que, en caso de haber iniciado su separación en aquel entonces, el país celta también habría perdido su membresía en la UE. Seis años después, y con la votación del Brexit en el medio, la situación se ha invertido. Escocia, arrastrada por el conjunto del Reino Unido, ya no forma parte del bloque europeo. Y, motivados por esa situación, sus ciudadanos ven justificado su reclamo por la celebración de un nuevo referéndum de independencia que les otorgue la soberanía suficiente para negociar por sí mismos con Bruselas. De hecho, ayer una manifestación bajo la consigna “Escocia aún ama a la UE” ha llenado las calles de Edimburgo. La petición, sin embargo, es rechazada con firmeza por el Gobierno británico, encabezado por el conservador Boris Johnson.

“Una sociedad pro Europa”
Núñez se fue de Tucumán en 1989. Antes de llegar a Escocia, pasó por Buenos Aires, Madrid, Alemania, Austria y Londres. En el medio, se licenció en Administración de Empresas y, en el último destino, consiguió la ciudadanía británica. También se casó con una ciudadana inglesa. Por ello, asegura que está agradecido con el Reino Unido y que no le guarda ningún rencor. Aún así, sostiene que su corazón y su lugar en el mundo están en el país celta. “Es una sociedad muy inclusiva y abiertamente pro Europa. Desde la unión de 1707, los dos países (Escocia e Inglaterra) nunca habían sido tan divergentes con respecto a lo que desean como ahora”, expuso el tucumano que trabaja en Edimburgo. Y explicó: “La diferencia es que aquí viven sólo 5 millones de personas, mientras que del otro lado hay más de 55 millones. Una votación así siempre va a ir del otro lado”.

En busca de inmigrantes
Según Núñez, a pesar de ser nacionalista (en el sentido de buscar su independencia de Londres), Escocia es un país receptivo, socialdemócrata y que busca extranjeros que vivan allí. “A diferencia de Inglaterra, aquí necesitamos inmigración para cubrir los puestos de trabajo. Luego del Brexit, las nuevas leyes nos pueden afectar mucho”, sostuvo el tucumano. Por ello, aseguró que gran parte de los escoceses “detestan” a Boris Johnson y que lo ven como “un payaso”. “Es considerado como el responsable de que la Unión (de las islas británicas) pueda caer. La mayoría esperamos un nuevo referéndum en el corto plazo y él niega esa posibilidad”, se lamentó el profesional. Por lo pronto, Escocia seguirá siendo británica y ya no es parte de la UE.

499 Kilómetros de extensión posee la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

LA FRONTERA IRLANDESA

La cuestión más espinosa
Uno de los puntos más difíciles de resolver desde que se inició el Brexit ha sido la controversia que existe en torno a la frontera entre la República de Irlanda (país independiente desde 1922 y miembro de la Unión Europea -UE-) e Irlanda del Norte (país no soberano que integra el Reino Unido, por lo que ya no forma parte del bloque comunitario desde que el Brexit es oficial).
Ocurre que, hasta 1998, ambas Irlandas se encontraban enfrentadas militarmente por cuestiones etnoreligiosas. Desde el “Acuerdo de Viernes Santo” de ese año, no existen barreras físicas en la isla que comparten. Así, los ciudadanos de ambos países pueden cruzar libremente de un lado al otro, y también venderse o comprarse bienes sin restricciones gracias a la unión aduanera y al mercado común que comparten en el seno de la UE. Ese frágil equilibrio ahora peligra culpa del Brexit.

El temor de dividir la isla
Los porosos 499 kilómetros -no forman una línea regular- que separan a las dos Irlandas constituyen ahora el único límite terrestre que comparten el Reino Unido y la UE. Conscientes de lo peligroso que sería volver a una frontera militarizada, el 56% de los norirlandeses había elegido permanecer en la UE durante el referéndum de 2016. Por ello, la cuestión irlandesa ha sido el principal escollo durante las negociaciones del Brexit. El acuerdo al que arribaron Londres y Bruselas en octubre del año pasado evitaría, en principio, una “frontera dura”: Irlanda del Norte continuará cumpliendo las reglas del mercado común europeo y, así, se esquivarían los controles en la línea terrestre. Los habrá sólo en las zonas portuarias del mar de Irlanda y serán efectuados por autoridades británicas.

Desde la óptica tucumana
Pese a la salvaguarda irlandesa incluida en el tratado del Brexit, el futuro de la relación entre el Sur y el Norte aún genera temor entre los habitantes de la zona. “La gente no sabe muy bien qué va a pasar. Todavía hay muchas cuestiones que no están claras en torno a la frontera”, contó a LA GACETA Mariel Dávila, una tucumana que vive en el interior de la República de Irlanda desde hace 16 años. “Por un lado, la mitad de la gente está contenta porque esto puede significar que las dos Irlandas se unifiquen. Por otro, la otra mitad está nerviosa porque no entiende cómo se dividirá el océano”, ponderó. Según Dávila, que asegura que nunca se imaginó que terminaría viviendo en esas tierras tras un viaje como mochilera, la población “habla mucho” del tema en las calles. “En el hotel donde trabajo hay irlandeses de todas las edades y, ya sea con preocupación o con entusiasmo, todos opinan sobre el Brexit”, relató.

Indeferencia en Dublin
Solana Rodríguez Marat es abogada por la UNT y, junto con su esposo, se mudó hace seis meses a una ciudad en las afueras de Dublín gracias a la obtención de una visa de trabajo. “A las 23 del viernes, cuando se consumó el Brexit, estábamos en un bar y no se seguía con atención los festejos en Londres que transmitían por la televisión. Fue indiferente. -graficó-. Aquí no fue ningún acontecimiento; la gente está más preocupada por otros temas”.
Según la tucumana, para un irlandés puede resultar ofensivo si se lo confunde con un inglés. “Al Brexit se lo ve ahora como una situación ajena. Antes había más preocupación acerca de lo que se iría a resolver sobre la frontera con el Norte”, dijo en contraste del testimonio de Dávila. “La gente vive el día al día”, cotejó Rodríguez.